lunes, 14 de septiembre de 2009

_Del brillante blancor alpino a la subdesértica arcilla de Almería


Ayer, nuevamente, los caminos ofrecieron sus cauces a nuestros pasos. Los ocres traspasaban los ojos con la agudeza de unas obstinadas sendas que nos mostraban la cara y cruz de las verdades: Del brillante blancor alpino a la subdesértica arcilla de Almería.


Nuestra patria en su albor acogió con esmero las desganas y afanes. La renuncia y la entrega. Y en su luz inundó las horas de franqueza y bondad.


Nada podría detener la acogida. Las fuerzas pertenecen a la tierra que sostiene nuestra certeza. Nada es apariencia. Los cuerpos sienten cómo la energía se funde y complementa formando parte el uno del otro. Compartiendo dinámicas exactas, paralelas emociones, inquietudes que danzan en pos de nuevos empeños.


Confieso que no consiguió la lluvia aplacar la fiesta, su caricia impregnó el suelo y levantó algunos sueños.





Imágen cortesía de
 http://www.enlabuhardilla.com/ 


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jueves, 4 de junio de 2009

Los sueños son sólo símbolos que encarnan las quimeras


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Cómo alumbrar la oscuridad de un pecho
que ni dios ilumina.
Se podrían, tal vez, esconder los excesos,
la amargura feroz que nos hará sentir
la carne entre las algas, el amargor perdido,
durmiendo sus excesos con los ojos desnudos.

Podríamos prevernos sorteando la ruta que nos conduce al bosque,
nutrirnos de un sonido de esperanza
que a voz tranquila tararea sus ecos.
El mundo es un reflejo de lo que somos,
nada es tan verdadero ni tan dispar,
la cultura se engrandece en diferencias;
el cambio facilita el avance del hombre.
Los arraigos de fe, los crímenes,
la ambición de poder, la lujuria y el odio
nos atan a lo arcano y sibilino.


(Si. Tal vez las ortigas huyeron de aquel mes de octubre en que todas las cartas fueron perdidas por azar. No puedo simplemente decir: -Señor, no tengo nada; tan sólo los distintos rostros que cada día parpadean en mí. -Nada, Señor, no tengo nada. -Duermo sin ti, Señor, como un animal que no encuentra hogar.)


Tal vez la indiferencia pudiera herir rompiendo las razones.
No siendo nadie.
De no pertenecer a nada
y ser solo un extraño en el propio vacío.

A fin de cuentas,
todo es sagrado entre los lienzos:
Pintar una mejilla brotada entre naranjas
o escribir un poema para ungir de prudencia
los subrayados signos;

a veces llueve
y los sueños son sólo símbolos
que encarnan las quimeras.



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Adicto a Lyric Storm
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martes, 26 de mayo de 2009

Miraba a la noche, y no me facilitaba el regreso




Lo que el agua me ha dado

Voy de una ventana a otra, nada se mueve. Me sumerjo entonces en la bañera. El agua está caliente. Si, soy yo, es mi cuerpo, son mis manos, mi pubis todavía con restos de jabón. Soy yo. Me hundo más y más. Comprendo. A fuerza de tanto soñar, me inventé. En todo caso, esto pasó hace mucho.
Comienzo a sentir frío, pero no puedo moverme. Miro como desde afuera de mi cuerpo flotar en la bañera y tengo un instante la impresión, la certeza casi, de que hace mucho ya que estoy muerta
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Frida Kahlo


Un niño llega al mundo y se sorprende del color azul de su carne. Su cuerpo, pez resbaladizo, se abre al infinito como un viento en el recodo.
La ventana de aguas parpadea en su cara, vacilante a renunciar al primer hogar. Una multitud de nubes escurren sus extremidades por la mesura de un padre que tartamudea cogido a los fluidos y a la madre.

Sus brazos y sus pies gesticulan crispados, es humano, tan humano, humano, como Frida, cuando se inventaba flotando en el agua de las bañeras. Se desgaja del nexo el cordón; llora al saberse solo.

Ahora duerme tan frágil como la quebradiza turgencia de la rosa. Aún no conoce formas para romper geometrías. Todavía no cree en las cicatrices ni en las astillas que esconden los silencios.

Cuando despierte cinco mil veces dos veces, llegará al verde de las hojas y al gris de los mares de hielo. Alguna música rondará sus sienes. Y manos confortables le hablarán de la luz.

Pero muchas veces deseará ser piedra. Recordará que nació entre pilares que forjaron de humo las gargantas y sellaron un invierno en cada ceja. Un pastor, como un ruido clavado a la pared, guió sus pasos dejando las esperanzas sin aliento.

Ahora se promulgan de amarillo los perfumes. Un lázaro en la profundidad de las amapolas susurra apremios propagando sus efluvios, como un rumor que levanta de los veranos la luz desnuda, el trance y las canciones.

Un relámpago es un deseo urgente, un vuelo rasante al centro del pulso. Al seno matriz, a la horma. Un resurgir de mariposas aleteando bostezos, que de no creer en sí mismas, derrochan las emociones de una polilla a través de los escalones. Sin embargo, llegó el momento animal de cuidar de sí, de excluir a Eva de la costilla de Adán y buscar el propio nombre sin perder la sonrisa.

Este es el pájaro que miramos. Es diferente a las otras aves. Toma prestados de los pétalos sus colores. Es una carta que podemos leer. Un regalo manso.

Hay sueños que se rompen entre abrazos.

Miraba a la noche, y no me facilitaba el regreso.


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Imagen: Mother_Earth_by_digitumdei
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Adicto a Lyric Storm
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©Alonso de Molina
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"siete mil veces he muerto
y estoy risueño como en el primer día"
J. Sabines

domingo, 3 de mayo de 2009

Mi ciudad, 1970 (relato 300 palabras)




Los días de julio eran pintarrojas al sol y olor a salmuera. El crepitar de los minutos levantaba el polvo de las calles y bajo la sombra de las palmeras sesteaban los perros y las pulgas. El silencio sólo era roto por la alarmante acústica del Pito de Oliveros, cuyo ulular anunciaba el final de las horas entregadas al trabajo; la legión de gente camino de sus casas animaba los medios días, mientras la barra del Cuco, en medio del parque, tentaba a los viandantes con sus vermut y tapas de aceitunas y jibia a la plancha.

Estancada en los días, su historia acusaba el calor asfixiante del levante y el pegajoso poniente. Era una ciudad en la inopia, los obreros, sin esperanza ni futuro, con gesto feligrés, subsistían con sus pensamientos erráticos, evaporados en el sopor de los veranos, con el viento en las piernas desnudas de la bahía, sin ambición ni hambre ni orgullo espaciaban la sal y la miga de su existencia.

La Alcazaba, con sus torres, descendiendo la calle de La Reina camino de la Escalinata Real. Los barrios de la Joya, Pescadería, la Chanca, San Antón,… dirigían sus holganzas a la arenica blanca de las playas lindantes.

Al filo del muelle, cada tarde decenas de ojos oteaban el horizonte con la “carná” prendida al anzuelo y la vista en la lejanía. A sus espaldas gritos, polvo, jóvenes jugando al fútbol bajo los tinglados del puerto, hasta que en la tarde-noche en el Jurelico o en el Moderno remataban el día con una de Tarzán o Clint Eastwood.

Pero no fui yo, quien disparó la raíz esculpiendo su futuro en holgura, esta infusión a gotas que atravesó mi savia donde las hojas registraron la sequía y el sol, prendió en el acento cálido de los nativos.


© Copyright 2008 Alonso de Molina

Imagen FICUS centenario, narrador de este texto, desde su ubicación privilegiada en el Parque Nicolás Salmerón, frente al puerto.



viernes, 24 de abril de 2009

Un rastro de veranos



Harto de picaduras,
un pueblo al sur del sur, con su cíber, su plaza,
su locutorio y sus parados,
expresa la carencia en su aliento vencido,
pronunciando en derrota la indigencia aceptada.

Transitar la estrechez y el apremio del día,
no es la mayor miseria. Peor, ser miserable,
conformarse con nada.
Ningún camino fue tan difícil
como retrocederse con las manos vacías
al centro exacto del origen;
vislumbrar un linaje de huesos y osamentas
que acuna calaveras y rebusca sin manos
la sacrílega savia de la propia existencia.


A cuenta de mostrar el alma proclamada,
un rastro de veranos se agarró de las barbas
del incierto destino de una estrella sin luz.
Y sin fortuna,
en el eco de un sueño emocionado,
se untaba del hambriento espejo
de una mujer sin miedo,
donde el hambre brillaba
y el sol era la llama, la abundante corona
que de blandirse en todas direcciones, temblaba
como una telaraña desprendida del cielo.


Jamás bajo la brisa, bajo los espejismos,
aferrado a la tierra y al poderoso invierno,
un verano había florecido tanto

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Summer, de Frederick Carl Frieseke [American Impressionist Painter, 1874-1939]
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Adicto a Liryc Storm
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©Alonso de Molina

jueves, 9 de abril de 2009

¿No es peor levantarse de mal humor? (Microrelato 100 palabras)






“Estaba en el baño preguntándome si me masturbo demasiado”. Afirmaba por la radio una joven que había leído que unos momentos de gozo y sudor pueden liberar mente y cuerpo de tensiones y stress. Le preocupa estar fuera de lugar y desearía consultar porqué la masturbación la hacía sentirse bien. El amor a uno mismo podría ser un primer paso hacia el amor a los demás. Pero hemos oído historias acerca de la maldición de dios. Entonces qué hacer si uno se levanta cada mañana con un pene erecto que mediatiza sus actos. ¿No es peor levantarse de mal humor?



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TAPAZIA

Pero degustando un formatge en el Bar Tapazia oímos alguna  historia acerca de la maldición de dios


sábado, 7 de febrero de 2009

Muerto de celos (Relato breve)

- ¿Es guapa? –Hermosa como pocas. El marido la pilló in fraganti con el jefe. A la chica le gustaba la buena vida, los regalos caros y él no podía ofrecerle ese ritmo de vida; finalmente, se veía venir, lo abandonó y se fue con el jefe. –¡Hombre! El dinero no lo es todo. –Terció Mariano–. ¿No será que el marido la tenía insatisfecha sexualmente hablando? –De todo puede haber –continúa Rafael–, ten en cuenta que, al contrario que él, ella es una mujer joven, atractiva y probablemente muy seductora, es posible que el marido tampoco la pudiera tener satisfacerla sexualmente, en la medida que la chica lo necesita, y por eso lo dejó, es lógico.

Mariano siente como si un reptil le bajara y subiera del pecho, traga saliva. En tanto se despide de Rafael, piensa en su joven y ardiente esposa: “Las últimas semanas llega más tarde a casa con la excusa de que va al gimnasio, discutimos con frecuencia, he visto nueva lencería en su tocador y además huele diferente”. En estos momentos Mariano, en un gesto inconsciente, ya se está pasando una mano por la frente y piensa en las veces que él mismo ha engañado a su mujer con una compañera de la oficina. – Nos tenemos confianza, sí, pero ¿por qué ella habría de ser diferente? Vuelve a pasarse la mano por la frente que exhala gruesas gotas de sudor mientras piensa en posibles adversarios: ¿El jefe, su monitor de spinning o será ese compañero de trabajo recién ascendido, o tal vez su ginecólogo? –¡Hum! Nunca me gustó cómo ese maldito galeno se le quedó fijamente mirando a las piernas. Mariano vuelve a tragar saliva mientras el viento le golpea de frente como una fría y cortante cuchilla.

De camino a casa un semáforo en rojo lo detiene. Es un cruce y observa con estupor cómo lo atraviesa un moderno auto con una pareja dentro. – ¡Es ella, es ella! Trata de girar para perseguir al coche, pero el semáforo vuelve a verde y la densa circulación se lo impide. Con gesto contraído decide aparcar el vehículo y tomar unas copas. Imagina a su mujer y al tipo haciendo el amor, ambos jadeantes. Desesperado, como un perro perdido en la noche, siente que la tierra se abre bajo sus pies; se figura el ridículo, las miradas burlonas de los amigos y se sumerge en el alcohol.

En esa difusa línea entre la sobriedad y la angustiosa desmesura, se le avienen todo tipo de imágenes. Su cabeza es un bullir de chimeneas expeliendo humo y, entre el humo, flores blancas, tal vez jazmines, esos que a ella tanto le gustan. Aprieta los dientes con los ojos puestos en ninguna parte, se le inflaman las venas del cuello y, sin saber cómo, le llega un intenso olor a incienso. Imagina a su esposa dejándose desnudar por el sujeto. Una y otra vez traga saliva suponiendo las manos del otro recorriéndole la espalda, los pechos, las nalgas… se pregunta qué ha hecho mal, si acaso no le está dando todas las atenciones que ella merece… y la sospecha gimiendo, echando la cabeza hacia atrás y expandiendo el pecho hacia delante, hacia la boca del otro… bañado ya en alcohol, con el puño en forma de martillo, da un fuerte golpe en la mesa y se pone en pie, huyendo alterado hacia la calle con el rostro bañado de sudor.

Tic tac tic tac. Son las 02:00 de la madrugada. Él llega a casa. La chica duerme con normalidad. La mira con ganas de estrangularla, pero decide no molestarla y se queda en el sofá. El alcohol le ayuda a conciliar el sueño. Despierta. Frío y calculador se dirige a la cocina y prepara un abundante desayuno. Se dirige a la habitación conyugal, su esposa se está despertando. Él la besa. Le habla suave, dulce, conciliador. Ella se disculpa. –Me quedé dormida esperándote, ¿dónde estuviste? –Nada, cielo, me retrasó el trabajo y cuando llegué dormías tan profundamente que no quise despertarte, por eso me quedé en el sofá. Te he preparado un buen desayuno. - ¿Has preparado el desayuno, esto sí que es una sorpresa? Mariano regresa con una bandeja repleta de variadas viandas: café, zumos, tostadas, frutas… – Mmmm ¡qué bueno! La chica de un trago bebe un largo vaso de zumo de naranja, a continuación, unta una tostada y la devora entre risas. –Cariño que sorpresa más agradable, desayunar en la cama, espero que no sea la úuuultimmmmaaaaaaaaaa vezzzzz. Cae sobre la bandeja. El veneno había actuado rápido. Mariano toma café. Zumo. Tostada. Se sitúa al lado de la chica. La abraza y se dispone a morir junto a su amada.

-Gracias a Dios que despiertas por fin. - ¿Dónde estoy? -Tuviste suerte, tal como habíamos quedado por la noche al salir del gimnasio, pasé por tu casa para ir juntas al trabajo. Me extrañó que no estuvieras lista y sobre todo que no atendías el timbre de casa. Tampoco cogías el teléfono y tu perrito no paraba de ladrar. Acudí al portero que no te había visto salir a ti ni a tu marido, así que decidió abrir la puerta y os encontramos echados en la cama inconscientes; de esto hace ya tres días. - ¿Y Mariano, él dónde está? –Lo siento querida, a ti te salvamos. Con él no llegamos a tiempo.


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©Alonso de Molina

sábado, 22 de noviembre de 2008

Historias de cualquier otoño -5- Viva la revolución de los claveles


¡Que revienten las tardes! gritaban las chicharras.

Grândola, vila morena
Terra da fraternidade,
O povo é quem mais ordena
Dentro de ti, ó cidade.
-
Grândola, villa morena
Tierra de fraternidad
El pueblo es quien más
ordena. Dentro de ti, oh ciudad
“Zeka” Afonso (escuchar la cancion)

De la sombra de algún precipitado exilio
he vuelto a la recámara de las profundidades
-sórdidas, abatidas- de las impuestas fechas.

A pesar de los años, advirtieron mi anverso
los abismos obtusos -clónicos, eclipsados-
y de reversa suerte seguían esperando
al acecho de alguna estrecha realidad,
aguardando avenidas y aguaceros sin rédito.

De la revolución de los claveles
solo queda el recuerdo;
en tanto en Barcelona, las aliviadas ramblas,
proclamando su doctrinaje al hachís,
exhibían inéditos los porros primigenios.

Pasaron dos veranos.
En ese tiempo, fenecía despacio
la occidental reserva vaticana,
daban sus coletazos últimos
la espiritual gerontocracia española.
¡¡Escarben en su esquela,
en la historia que admite las fotos de sus guerras,
en la camisa nueva bordada ayer de rojo!!.

A veces me subía en hombros clandestinos,
los cordones maderos me apretaban los pies:

"Disuélvanse callados, vacíen sus bolsillos,
alineen sus mentes y ajusten los relojes
con esta misma hora".


No existen credos sin color
ni fuego que no aguarde a los herejes.

¡Que revienten las tardes! gritaban las chicharras.

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©Alonso de Molina 2006. Historias de cualquier otoño. Fragmento
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En la madrugada del 25 de abril de 1974, la radio portuguesa emitía por primera vez una canción del compositor luso José “Zeka” Afonso, hasta entonces prohibida: Grandola, vila morena. Era la señal acordada por los militares del Movimiento de las Fuerzas Armadas para avanzar con las tropas hacia Lisboa dispuestos a derrocar la dictadura más larga de Europa, la del dictador Salazar. En plena primavera, la vendedora de flores de la Plaza del Comercio regaló a los soldados su cargamento de claveles rojos, bautizando de esta manera la revolución de Portugal que puso fin al régimen conservador, antidemocrático y represivo que persistía desde 1933.
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Viva la revolución de los claveles. Viva Celeste Caeiro
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 Dicen que un soldado le pidió un cigarrillo, pero Celeste Caeiro solo tenía claveles, y su gesto de entregar esta flor de temporada, dió nombre a la revolución que cambió Portugal que desde 1926 estaba bajo la dictadura militar, primero a las órdenes de António de Oliveira Salazar que mostraba abierta simpatía por los nazis y fascistas organizando la Legión Verde a semejanza de la División Azul de España, dictadura que prosiguió desde 1970 a las órdenes de Marcelo Caetano, continuista del regimen de Salazar que no estaba por facilitar la apertura política. Así el 25 de abril de 1974, a las 0:25, la radio emitió Grândola Vila Morena que era la señal para que los militares rebeldes iniciaran el levantamiento que dio lugar al derrocamiento de la dictadura en Portugal.
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25 abril Revolución de los claveles

Grândola, vila morena
 Terra da fraternidade
 O povo é quem mais ordena
 Dentro de ti, ó cidade

Dentro de ti, ó cidade
 O povo é quem mais ordena
 Terra da fraternidade
 Grândola, vila morena

Em cada esquina, um amigo
 Em cada rosto, igualdade
 Grândola, vila morena
 Terra da fraternidade

Terra da fraternidade
 Grândola, vila morena
 Em cada rosto, igualdade
 O povo é quem mais ordena

À sombra duma azinheira
 Que já não sabia a idade
 Jurei ter por companheira
 Grândola, a tua vontade

Grândola a tua vontade
 Jurei ter por companheira
 À sombra duma azinheira
 Que já não sabia a idade

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 Zeca Afonso - Grândola, Vila Morena
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