"Uno está enamorado cuando se da cuenta de que la otra persona es única". Jorge Luis Borges.
Septiembre trae el otoño y una luna encendida al centro de un hogar donde el eje del mundo gira si está el amor presente amando como un árbol mezclado con la tierra.
Toda la noche eclipsa cualquier color de mármol que nos recuerde al frío. Se adivinan luciérnagas que harán brillar tu nombre con su nombre, su nombre con el tuyo, con todas las monedas talladas de ternura y voces polifónicas que os harán sentir la lluvia desatada en cada paso que la vida os regala.
Tenéis llenos de aceite vuestros cántaros. Ambos estáis envueltos en manzanas. No dejéis que los días se hagan noche y que las noches pasen de largo como si fueran días.
Amar con empeño, como si un árbol lleno de fruta os mostrara su mundo interior y os invitara a pecar de una forma tan pura que daría lustre al plumaje de un pájaro que se alimenta el pico con una pulpa de flores exentas de pecado.
Amar urgiendo labios, apretando los dientes, como si un desvelado espejo rescatara los ecos de la luna y en su nombre quemarais la pólvora llenando de sortijas vuestra sangre. Amar desde el perímetro de un hueso que mirando al cielo puede sentir la cáscara y la piel de una mañana llena de aprobación.
Amar desde la horma de un zapato que camina en el mar sembrando las semillas que abrirán las puertas al prodigio que ofrece la existencia. Amar desde un invierno lleno de vértigo porque tendréis el rumbo que os hará recorrer las calles abriendo los eclipses ante los pasos vuestros.
Amar desde las nueve de la mañana en que los péndulos del tiempo abrirán vuestros ojos a lo sólido y tierno, pues justa es la medida que la ternura obliga. Amar desnudos o descalzos, y amar también llorando, pero con el rabillo del ojo con la esperanza virgen.
A veces el amor os pasará de largo con los brazos caídos, acordaros entonces que el fuego deja paso a las ascuas para avivar al fuego nuevamente y ser hoguera, lumbre, desde los pies al alma; sabed también que la ternura a veces es menos tierna y que a veces duele el amor si falta y que la sangre a veces es un vaso lleno de frío.
Insistir ambos en apreciar la forma de un pétalo, en disfrutar de un día de viento y en abrigar la calma que otorgan los instantes cuando la dicha crece y se derrocha el polvo entre gemidos, sintiendo orgasmos con los ojos, tocando el corazón de la campana.
LA DUEÑA DE AQUEL DICIEMBRE
Reseña: J. Amable
"Toda la noche eclipsa cualquier color de mármol que nos recuerde al frío. Se adivinan luciérnagas que harán brillar tu nombre con su nombre, su nombre con el tuyo, con todas las monedas talladas de ternura y voces polifónicas que os harán sentir la lluvia desatada en cada paso que la vida os regala".
En esta breve pero intensa composición, se explora el poder del amor en su estado más puro y apasionado. La metáfora de la noche que eclipsa el frío representa el dominio del amor sobre cualquier barrera o distancia. El texto invita a los amantes a sumergirse en una conexión profunda y mutua, donde sus nombres se entrelazan y se funden en una danza de luciérnagas luminosas.
La imagen de los cántaros llenos de aceite y ambos envueltos en manzanas sugiere la plenitud y la abundancia que se experimenta al amar intensamente. Se insta a no dejar que los días pasen desapercibidos y a aprovechar cada momento, como si fueran una lluvia que nos brinda la vida.
El amor descrito en el texto es ardiente y desbordante, comparado con la tentación pura de un árbol cargado de fruta y la pasión que lustra el plumaje de un ave. Amar se convierte en una urgencia, un acto de apretar los labios y los dientes, como si se quemara la pólvora en nombre del deseo y la pasión.
Se invita a amar desde lo más profundo del ser, desde el perímetro de un hueso que puede sentir la cáscara y la piel de una mañana llena de aprobación. El amor se expande hasta la horma de un zapato que camina en el mar, sembrando semillas que abren puertas al prodigio de la existencia.
El texto reconoce que el amor no siempre es suave y tierno, a veces puede doler y la ternura puede ser menos dulce de lo esperado. Sin embargo, se alienta a persistir en apreciar los detalles más pequeños y encontrar la calma en los momentos de dicha compartida.
La última parte del texto recuerda a los amantes que, incluso cuando el amor parece alejarse, pueden avivar el fuego nuevamente y convertirse en hoguera, desde los pies hasta el alma. También se reconoce que la sangre a veces puede ser un vaso lleno de frío, sugiriendo que el amor puede ser desafiante en ocasiones.
En definitiva, este texto es un canto apasionado al amor que invita a los amantes a entregarse plenamente, apreciar los momentos fugaces de dicha y superar cualquier obstáculo que puedan encontrar en el camino hacia una conexión más profunda y significativa.
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