sábado, 23 de abril de 2022

Historias de cualquier otoño -8- (Bodas de sangre)



Ante el pecado y la deshonra la cruz se rinde.

…¡Ay, cómo bajaban!
La sangre corría
más fuerte
que el agua.

…Duérmete, clavel,
que el caballo no
quiere beber
.

F.G.L. (Bodas de Sangre)


-*Hazme feliz,
me dijo: -Vente conmigo

Nerviosas las campanas pregonaban los ritos
de la patria volcánica; hipnóticos, brillantes,
en los kilómetros de páramos
los quintales de esparto cimbraban la cintura;
era el pan la escasez y el hambre de los días,
la holganza no cabía en el sudor de la premura.

En los cortijos las naciones de jornaleros
guardando sus enseres plegaban la jornada.
Sediento polvo que ávido de lluvia
derramaba su ingenio para subirse al mundo,
todo sol y escasez en el reseco origen.


Desde la antigua sangre se pobló la simiente,
el miserable resplandor de la carencia
prendió descalzas las semillas yertas;
la cegadora luz del sur, el día no hallado,
canta al viento y al hilo de la tragedia, ríe.

El día, arco luminoso del mes de julio,
dejó paso al rencor, a un esbozo de luna
y a un altar que vacío inquiere al infinito;
vencido el sacramento, como un escupitajo,
expresan las liturgias
el desamor, el odio crónico y visceral;

la estirpe calmará la sed
dictándose en
venganza el rojo de la cepa,
en pugna con los ocres sedientos de la tierra.

Ante el pecado y la deshonra la cruz se rinde.

Disparan fuego las espinas
La muerte y el destino, inexorablemente,
a rajatabla, cumplen sus ralas encomiendas

*(En la historia real en que se inspiró Lorca para Bodas de Sangre, Francisca Cañadas a su primo Francisco Montes al que amaba y con el cual escapó horas antes de su concertada boda con Casimiro Pérez)
.

A pocos kilómetros de las antiguas minas de oro de Rodalquilar, en el corazón del Parque Natural de Cabo de Gata, Níjar. Almería. España. En el llamado Cortijo del Fraile, la noche del 22 de julio de 1928, horas antes de celebrarse una boda concertada por intereses entre las familias de ambos novios, la novia huyó con su primo del que estaba enamorada.
La pasión y la envidia. El amor y los celos como tema central de una de las más importantes obras de Federico García Lorca. La implacable memoria que aviva el sentimiento más primitivo, animal, del ser humano. El desafecto, la enraizada animosidad por la venganza y condena. Los prejuicios morales y la miseria como telón de fondo que desembocan en los acontecimientos dramáticos acaecidos en un hecho real, uno más de cuantos suceden en el mundo, si Lorca no se hubiera inspirado en ellos para inmortalizarlos con su obra Bodas de Sangre.
El crimen del Cortijo del Fraile inspiró también la novela Puñal de claveles, escrito en los últimos años de su vida por la periodista y escritora almeriense–vinculada sentimentalmente con Ramón Gómez de la Serna-, Carmen de Burgos* “Colombine”, (Rodalquilar, Almería 1867-1932). Puñal de claveles fue publicada dos años antes del estreno de la obra de Lorca en 1933 y se llega afirmar que pudo haber influenciado a Lorca con esta obra para la suya Bodas de Sangre.
Francisca Cañadas, protagonista real de esta historia, contrariamente a como describe Lorca a la novia en Bodas de Sangre, una heroína y hermosa mujer, fue en realidad una infeliz víctima de la crueldad de las reglas de su tiempo, estigmatizada hasta el final de sus días por la sociedad que jamás le perdonó el quebrantamiento de las impuestas costumbres. Fue enterrada en 1987 en Níjar, bajo una lápida con un nombre que no es el suyo.

http://blogs.ideal.es/crimennijar/posts historia real documentada en la prensa de la época.

**Como poeta pudo influenciar a Federico García Lorca con su obra Puñal de Claveles
http://canales.ideal.es/almerienses/carmen_de_burgos.html
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Blog de Felipe Sérvulo con un trabajo sobre el mismo tema muy detallado.
http://asimelocontaron.blogspot.com/2006/11/bodas-de-sangre-en-el-cortijo-del_30.html
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©Alonso de Molina

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Federico García Lorca


La novia se encerró en vida a purgar su culpa. El novio plantado volvió a casarse y pretendió olvidar amparado en una vida normal. Tres tiros acabaron con la vida del amante, primo hermano de la novia. Han pasado 70 años y los testigos de la tragedia real que inspiró las Bodas de Sangre de Federico García Lorca siguen guardando silencio. Sin embargo, la historia sigue viva entre los campos de Níjar en Almería.


"Yo era una mujer quemada, llena de llagas por dentro y por fuera y tu hijo era un poquito de agua de la que yo esperaba hijos, tierra, salud; pero el otro era un río oscuro, lleno de ramas, que acercaba a mí el rumor de sus juncos y su cantar entre dientes" (La Novia, Acto II Bodas de Sangre).

Cuando Francisca Cañada cruzó el umbral de aquella puerta, poco podía imaginar que la boda de la que estaba huyendo escribiría con sangre su historia en las páginas de la literatura española. Y aún menos que, 70 años más tarde, el silencio seguiría cubriendo con su manto oscuro la memoria de aquella tragedia. Estaba muy lejos de saber que la huida que había emprendido la llevaría a protagonizar una de las obras cumbre del teatro español del siglo XX. Las Bodas de Sangre no son sino la recreación de la fuga de Paca Cañada con el hombre que amaba, en vísperas de su boda con otro. El amor y la traición, la tradición y el instinto, el honor y la muerte se conjugaron aquella noche sin luna.

Corría el caluroso verano de 1928. Durante una de sus estancias estivales en su casa de la Huerta de San Vicente, Federico García Lorca descubrió en las páginas de sucesos de El Defensor de Granada la crónica de una tragedia ocurrida dos días atrás en el campo de Níjar (Almería). Poco después, desde la Residencia de Estudiantes, telefoneaba a Margarita Xirgu para comentarle que ya tenía argumento para un nuevo drama. El diario contaba la historia de una mujer de 20 años, Francisca Cañada Morales, que, horas antes de celebrar su boda, se fugó con su primo, Francisco Montes Cañada, diez años mayor que ella, de quien siempre estuvo enamorada. En un cruce de caminos y agazapada detrás de unas palmas, la muerte se abalanzó sobre ellos. Paco Montes recibió tres tiros fatales. Paca Cañada sobrevivió de milagro a las manos de mujer que la intentaron estrangular.

"Las veleidades de una mujer, provocan el desarrollo de una sangrienta tragedia que cuesta la vida a un hombre", titulaba en portada el Diario de Almería dos días después de la noche de autos. Y procedía a explicar los rocambolescos detalles de un crimen que viene a constatar, de nuevo, que la realidad va casi siempre más allá de lo que alcanza la imaginación de los hombres.

En aquella época y según las costumbres nupciales de los campos de Níjar, las bodas se celebraban de madrugada. La de Francisca Cañada con Casimiro Pérez Pino, un joven de la comarca sin más patrimonio que su carácter noble y recto y sus brazos para trabajar, habría de celebrarse a las tres de la mañana en la iglesia de Fernán Pérez, una pedanía cercana al cortijo donde vivía la novia. Tal y como mandaba la tradición, ella vestiría un traje oscuro y corto y los invitados comerían buñuelos, garbanzos tostados y, en el caso que nos ocupa, dos borregos sacrificados para la ocasión.


José Pérez

JOSÉ PÉREZ, hermano del novio plantado, cumplió tres años por la muerte de Paco Montes.


García Lorca dibujó una novia hermosa y heredera de una pingüe fortuna. Pero Paquita Cañada no era ni una cosa ni la otra. Alta, huesuda, desgarbada y coja, tal vez hoy fuera atractiva, pero no respondía a los cánones de belleza de la época. Una paliza propinada por su propio padre la dejó inválida cuando contaba tres años de edad. "Tenía celos de su hermana menor y lloraba mucho. El padre se hartó, le pegó un crujío y la zancó. Guapa no era, tenía los dientes como salidos hacia fuera... pero era una mujer muy primorosa para sus labores", cuenta María Josefa Salinas, de cerca de ochenta años y vecina durante décadas de la familia.

Madre: "Mi hijo es hermoso. No ha conocido mujer. La honra más limpia que una sábana puesta al sol".
Padre: "Qué te digo de la mía. Hace migas a las tres, cuando el lucero. No habla nunca; suave como la lana, borda toda clase de bordados y puede cortar una maroma con los dientes" (Bodas de Sangre, acto I).

Francisco Cañada, el padre de la novia, le dejó en herencia cuanto tenía: 3.500 pesetas, un cortijo y tierras de labor en El Hualix, a unos cinco kilómetros de Níjar. Era la única forma de mostrar a su hija atractiva a los ojos de un futuro pretendiente. Según el romance popular que aún circula por la comarca, fueron Carmen Cañada, hermana mayor de Francisca, y su marido José Pérez Pino, quienes apañaron la boda con Casimiro Pérez Pino. Dos hermanos para dos hermanas. Y así la herencia quedaría en casa:

"Mi cuñada es coja y fea
su padre la tié dotada
te vas a casar con ella
que el dinero no se vaya"

Pero nadie tuvo en cuenta los sentimientos de Francisca Cañada, quien hacía tiempo se bebía los vientos por Paco Montes, su primo hermano, apuesto, guapo y sin novia conocida. "Dicen que ella lo quería, pero que él no le hacía caso. Bromas entre primos, pero nada más. Pero las mujeres somos unos pellejos y aquella noche convenció a mi tío para que se la llevara", relata Rafaela Montes, sobrina de Francisco, quien tenía seis años cuando ocurrió todo. Rafaela sigue ocupando la casa familiar en la cortijada de Los Montes, sabe que un tal García Lorca escribió un libro que ella desconoce y todavía llora al recordar unos hechos que siguen pesando sobre la historia de su familia.

Paca Cañada vivía con varias de sus hermanas en el Cortijo del Fraile, donde su padre, ya viudo, trabajaba como aparcero. La hacienda era una enorme casa de labor. Contaba con varias viviendas menores, ocupadas por labradores, un patio central, numerosos corrales y establos, una pequeña capilla y hasta un osario en el que descansaban los restos de la ascendencia del propietario. El cortijo pertenecía a los Acosta, dueños de buena parte de las tierras que rodean al núcleo urbano de San José, en el Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar. Hoy el silencio se ha apoderado de sus muros en ruinas tanto como de la memoria de quienes podrían dar fe de los hechos que allí acontecieron.

El escenario en el que Federico García Lorca sitúa sus Bodas es una casa-cueva típicamente granadina, en lo que pudo ser una maniobra intencionada por parte del autor para preservar la identidad de los protagonistas reales. Los personajes describen un hermoso paisaje de viñedos, cerezos y nogales, con un río que cruza el valle. Sin embargo, el levante almeriense de principios de siglo sobrevivía a la miseria merced a una pobre agricultura de subsistencia, al espejismo de su industria minera y a la cultura del esparto. La adaptación a un medio hostil, atacado sin piedad por los vientos y las sequías, había endurecido las costumbres de sus gentes. Colinas peladas y lunares sembradas de guijarros amarillos. Pequeños cultivos de cereal, grandes extensiones de pitacos, rebaños de cabras, alguna palmera... éste era el paisaje que rodeaba el Cortijo del Fraile. Un paisaje que permanece intacto, con su palmera, sus colinas amarillas y peladas y su magnífico aljibe. Sólo la abandonada mina de oro se ha comido a dentelladas la ladera norte del Cerro Cinto.


Carmen Cañada

CARMEN CAÑADA, hermana de la novia, fue condenada por intentar estrangularla.


Entre los invitados a la ceremonia, no podían faltar los principales beneficiarios de aquellas nupcias, Carmen Cañada y José Pérez, quienes se pusieron en camino junto a dos de sus hijos pequeños. El novio, quien, hasta entonces, vivía con ellos en el cortijo El Jabonero, había salido antes para atender los preparativos de la boda. Todos se reunirían en El Fraile para acompañar a la pareja. Pero la hermana mayor ya percibía algo raro en el ambiente. Alguien había visto a la madre de su primo Paco Montes haciendo buñuelos en su propia casa. "Es que esa boda de hoy puede que se celebre aquí", comentó a una vecina. Hay quien piensa que no sólo la boda sino también la fuga había sido apañada de antemano. Las malas lenguas aseguran que el padre de la novia había acordado con su hermana (madre de Paco Montes) la huida de sus hijos. Casimiro, el novio, era honrado pero pobre; Paco Montes -Leonardo en la obra de Lorca- por contra, heredaría las tierras de su padre y, además, haría cualquier cosa que le pidiera su madre. "Eso es mentira. Nadie sabía que se iban a escapar. Se han dicho muchas cosas, pero no son verdad", ataja la sobrina de los Montes y añade: "Antes de ir a la boda, Paco, que en paz descanse, estaba con mi padre, que era su hermano, trillando una palva y le preguntó ¿vienes al Fraile?, porque si tú no vas, yo tampoco voy. Mi padre se llevó a mi hermana, que tenía 15 o 16 años, la subió en la mula, y los tres se fueron a la boda".

Cuando llegaron al cortijo, el novio se había echado a descansar un rato en una de las habitaciones. Entre el bullicio de los invitados, Paca Cañada buscó el momento para hablar a solas a su primo. Tal y como cuenta el romance, en palabras de la novia:

"Pues mi primo no quería,
no sólo a mí, ni a mi nombre.
Lo invitamos a la boda
pudimos hablar.
Le dije hazme feliz
me dijo vente conmigo
le dije llena de gozo
en la calle espérame.
Salí y me monté en su mulo
empezamos a correr".

No llegaron lejos. Al notar la ausencia de la novia, los invitados sospecharon algo. Vieron cómo Paquita, mujer despierta e independiente para la época, se había ido marchitando a medida que se acercaba el casamiento. Una de las hermanas pensó que se había tirado a un pozo. Pero la falta del primo y de su mula despejaron la incógnita.

Cuando Carmen Cañada y José Pérez les fueron a esperar, agazapados trás unas palmas, en aquel cruce de caminos, ya los habían declarado culpables. Había que vengar el honor del novio y el ultraje de la familia. Y estos delitos se pagaban demasiado caros.

A unos ocho kilómetros del Cortijo del Fraile, en el camino de la Serrata hay un muro sin sentido, con una cruz de cal pintada sobre las piedras. En el suelo, unos ripios sueltos parecen señalar algo. Ahí murió Paco Montes. Tres disparos de su propia arma le segaron la vida. En la pelea, Carmen agarró a su hermana por el cuello hasta darla por muerta. José Pérez, hermano del novio plantado, arrebató la escopeta a Paco Montes y le pegó tres tiros. Cuentan las crónicas que, cuando ella despertó, pedía a gritos que también le dieran un tiro de gracia. El muro se ha formado a golpe de plegarias. Los caminantes hacen un alto, rezan y arrojan una piedra al suelo.

Leonardo: (abrazándola)
¡Como quieras
si nos separan, será
porque esté muerto!
Novia: Y yo muerta
(Bodas de Sangre. Acto Tercero)

"Mi padre encontró a su propio hermano muerto en el suelo. Mi hermana, que iba con él, pilló un pasmo en la sangre que la dejó mala para siempre. Después, en mi casa nunca nadie se ha referido más a ese asunto", sentencia Josefa Montes. Y, de nuevo, se sumerge en su silencio de años.

También en el silencio ha vivido Joaquín Pérez Cañada, hijo de los autores del crimen. "Yo tenía unos ocho años, y claro que estaba allí, en el cortijo, pero no sé nada. Mi padre era un hombre muy recto, de los de antes... Hizo lo que hizo y se lo llevaron a la cárcel de Cartagena. Después de unos años volvieron al Fraile y estuvieron viviendo y trabajando allí", cuenta con dificultad este hombre aquejado de problemas respiratorios y, probablemente, herido también por la soledad del Hualix, el paraje donde habita. "La coja ha vivido en ese cortijo de enfrente hasta que se murió, pero yo no me he cruzado nunca con ella. Ni mi madre tampoco. Nunca volvieron a hablarse". Es lo único que puede o que quiere decir. "Los que sabían se han muerto y se han llevado el secreto a la tumba. ¿Quién mató a Paco Montes?... cualquiera sabe... Yo sé muchas cosas más, pero no las voy a contar".

Tras la muerte de Paco Montes detuvieron a Francisca Cañada y a su padre. Pero la novia no delató a su hermana ni a su cuñado. Al principio, declaró que habían sido asaltados por un enmascarado. Poco después, los autores del crimen fueron a entregarse. A José Pérez lo condenaron a siete años de cárcel, de los que cumplió tres. Probablemente fue amnistiado con la República. Carmen Cañada fue encarcelada pero salió pronto.

Casimiro Pérez, el novio, no volvió a ver a Paquita Cañada. Se casó con otra mujer y se fue a trabajar a San José, donde murió en 1990 a los 92 años. Su hija María ratifica, una vez más, la teoría del silencio. "Mi padre no volvió a mencionar ese asunto. Por eso yo tampoco quiero hablar. Si él no lo ha contado, cómo voy yo a faltarle ahora que está muerto... Sólo puedo decirles que hemos vivido una vida tranquila y que las relaciones con mis primos son buenas. Aquello pasó, para qué removerlo más". Francisca Cañada Morales, Paca la Coja, se encerró en vida en el cortijo que su padre le dejó en herencia y se convirtió en leyenda. Los niños de Níjar se acercaban con miedo para verla. Probablemente murió sin saber que su vida había inspirado la obra de un gran poeta.

El 8 de marzo de 1933 se estrenó en Madrid Bodas de Sangre. Dos años antes, la periodista almeriense Carmen de Burgos, Colombine, había publicado Puñal de Claveles, inspirado en los mismos hechos. Colombine presenta un relato con una lectura casi feminista y un final feliz.

Eso es la literatura. La realidad ha sido mucho más feroz: aún hoy en los campos desolados de esta comarca almeriense, una mujer capaz de romper las normas y decidir sobre su propio destino está, por lo general, condenada al destierro, a la desesperación o a la locura. Y casos recientes en Níjar así lo atestiguan.

Pero esta es otra historia.

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FUENTE: https://www.elmundo.es/magazine/num117/textos/lorca4.html

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lunes, 4 de abril de 2022

De Sur a Sur. Revista de Poesía y Artes Literarias #15 | Abril 2022 | ISSN 2660-7239

 


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sábado, 19 de marzo de 2022

EL HOMBRE OLVIDADO



Yo soy el hombre olvidado. Suelo pasear cada tarde cercano al curso de río Dniéper. Acostumbro a caminar desde la Estatua de Berehynia, en la concurrida Plaza de la Independencia, hasta la Estatua de la Madre Patria, no sin al paso, echar un rato de acomodo saboreando un café bien cargado en un sugerente café-librería cercano al Monasterio de las Cuevas; y no sé por qué razón eludo acercarme a la rivera a contemplar las aguas.

Mi cabeza es un círculo vicioso, un entramado mental que no logra encontrar la salida para escapar de este frío mármol que me enquista. Es cierto, mi memoria a veces me abandona llevo un número grabado en el brazo izquierdo, justo debajo del tryzub tatuado, eso me recuerda quien soy.

Las tardes de primavera como esta que ahora comienza es normal ver el deambular de la gente, los niños corriendo tal como su condición de niño les dicta; los padres sentados leyendo o charlando entre ellos, pero sin quitar un ojo de encima a la chiquillería. Apoyada en uno de los carros de combate expuestos en la extensa explanada que da acceso al Museo de la Gran Guerra Patria, una muchacha, demasiado flaca a mi parecer, jugueteaba aburridamente con su rubia melena, enroscándose y desenroscándose el flequillo alrededor del índice y medio de la mano derecha; muy cerca, animados grupos de gente y en especial un chico bien parecido que se la estaba comiendo con los ojos. En esa controversia, en este emblemático lugar donde se representa y rememora el pasado violento de la raza humana y, en buena fe, se honra la memoria de los miles de víctimas, como husmeando desde alguno de mis muchos abismos, yo me preguntaba si de verdad han valido la pena los años vividos.

La flaca muchacha ahora está acompañada por otra muchacha, algo mayor que ella y no tan flacucha. El chico bonito se me acercó a que le invitara a un cigarrillo. A estas alturas de la tarde no viene mal una charla con algún desconocido. Dando una calada al cigarrillo que había encendido segundos antes de que el chico bonito se me aproximara, sin dejar de mirarle le pregunté: ¿qué tal las chicas, son amigas tuyas? Respondió, al acabar una larga exhalación llena de humo, que no las conocía; vi cómo mirabas a la flacucha, argumenté. Es una forma de empezar a conocerla, dijo, mirarla y hacerle ver que la estoy mirando.

Sonrió y me echó amigablemente el brazo por encima del hombro. Yo me dejé hacer y nos encaminamos a conversar con las chicas que seguían apoyadas en el mismo carro de combate. El chico bonito, exhibiendo su mejor sonrisa y cierta maestría en romper el hielo, sin más preámbulo y mirándolas directamente, espetó a ambas mujeres: vemos que habéis conectado bien con los tanques; ¿y las relaciones humanas? ¿qué tal las lleváis? Ellas rieron nerviosas, y yo mismo, mirándolas a la cara, me aventuré a decir, ¿qué tal si conectamos delante de una buena cerveza? Creo que mis palabras, tal vez el enunciado “cerveza” obró el milagro. Ambas mujeres se apartaron del artefacto bélico y tomándonos a cada uno de un brazo empezamos a caminar en silencio alejándonos de la gran plaza y por ende de la monumental escultura bélica.

Ni siquiera la luna resplandece como tu sonrisa, insinúo, cerveza en mano, sin dejar de mirar fijamente a los ojos de la amiga de la flacucha. Estuve en la guerra, afirma ella manteniéndome la mirada. ¿Qué tal un poco de hachís para desinhibirnos? propone el chico bonito; estupendo, largó dando saltitos la flacucha con manifiesta avidez. Yo también estuve en la guerra, respondo a la amiga de la flacucha, porfiando con indisimulada lujuria y poniendo en su mano mi mechero para que hiciera arder el hachís.

No habíamos aprendido nada en la vida, no sabíamos fórmulas para crear vida, ni respetar las leyes de la naturaleza; menos aun las que ponen orden y paz en el universo. No sabíamos nada y todo nos importaba un comino. En la niñez todo es un cuento feliz donde nos avivan a formarnos, a esforzarnos, a tener proyectos y plantearnos qué hacer para ser útil a nuestra sociedad, pero nadie nos explica qué hacer para ser felices toda la vida.

Cierto, la vida es un teorema difícil de resolver, somos memoria y olvido incapaces de aprender de las experiencias, nadie nos ha preparado para entender ni afrontar la vida con garantías de éxito. Todo lo que ven mis ojos cada tarde en mis paseos, son remembranzas de batallas, de guerras, de supremacías del hombre sobre el hombre; la avidez del hombre por controlar al hombre, por controlar las situaciones y por imponerse a la naturaleza de las cosas no tiene límites; es parte de la sinrazón en que vivimos, de nuestra imperfección. Estamos rodeados de falsedades e hipocresía, cómo entender la guerra, cómo entender la supremacía de unos sobre otros, cómo entender el mal, la falsedad. Para comprender la verdad es necesario interpretar más allá de las palabras que se leen o se oyen.

Abramos nuestra mente, vivamos el momento presente, persistí incapaz de contener mis lujuriosos deseos; le hubiera hecho el amor a la vista de todos a la amiga de la flacucha, cuando todos los ojos se posaron en los míos. En ese instante perdí su rostro, en la vidriera tampoco se reflejaba el mío; un atisbo de desnudez colmó el angosto espacio que compartíamos.

Al salir del bar nos topamos con una patrulla militar en su ronda diaria. Firmes y ceremoniosos van refiriendo nombres y la correspondiente numeración tal como figura en la placa de mármol expuesta en el museo. Yo no puedo contener mi emoción al escuchar el número 11600, a la vez que miro en mi brazo el número tatuado debajo del tryzub*.

Y la guerra, la guerra, que es lo que más se rememora, nos convierte en nadie. Sólo muertos tirados en las calles y un número total en el recuento.

 *Imagen en forma de tridente de color dorado que figura sobre el fondo azul del escudo de Ukrania.

Texto: Alonso de Molina


Análisis. Javier Amable

Monólogo interno en que el protagonista reflexiona sobre su propia existencia y experiencias. Describe su rutina diaria de pasear cerca del río Dniéper y observar a la gente en un lugar conmemorativo de la guerra. A medida que interactúa con un joven y dos mujeres, se adentra en reflexiones sobre la vida, la memoria, la guerra y la búsqueda de la felicidad.

El texto aborda temas como la memoria, la identidad, la guerra y la insatisfacción personal. El personaje se siente olvidado y atrapado en un ciclo mental sin salida. Observa a las personas alrededor suyo, cuestionando la validez de los años vividos y la importancia de las relaciones humanas. Las descripciones de los personajes y las acciones son detalladas, aunque también se encuentran momentos de desinhibición y lujuria.

El relato culmina con la aparición de una patrulla militar y el protagonista identificándose con un número, aludiendo a su participación en la guerra y el sentimiento de deshumanización que esta conlleva.

La narración puede resultar intrigante para algunos lectores debido a varios aspectos del relato. En primer lugar, el protagonista es un personaje enigmático que no revela completamente su identidad ni sus circunstancias. Su estado mental y emocional no están claramente definidos, lo que puede generar curiosidad en los lectores sobre quién es y qué lo ha llevado a ese estado de sentirse olvidado.

Por otro lado, el relato presenta una serie de reflexiones filosóficas y existenciales que pueden plantear preguntas y provocar distintas interpretaciones. Temas como la memoria, la guerra, la búsqueda de la felicidad y la naturaleza humana se entrelazan en el monólogo del personaje, lo que puede generar discusión y suscitar el debate entre los lectores.

La ambigüedad en ciertos pasajes y las acciones inesperadas de los personajes también pueden generar intriga.


LO CONTRARIO DE LA GUERRA (DESTRUCCIÓN) ES POESÍA (CREACIÓN)

#нетвойне #Noalaguerra #Poesía #Paz





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miércoles, 2 de marzo de 2022

QUARKS Y OTRAS PARTÍCULAS

 


 
Hablas
de la razón sin tiempo
como si la existencia se escribiera
solo con partículas de arena;
pero existen otros elementos
además del aire, agua, tierra y fuego;

existimos porque átomos y espacios
dan sentido a la dulzura; al color, al aroma.


No necesito yo,
para vivir,
más explicaciones.

¿Acaso he preguntado
de qué está hecho el mundo?

Si acaso,
alguna vez, bajo la lluvia,
he llegado a preguntarme:

¿Es cierto que la eternidad es eterna?



(Textos rescatados del 2004. 27/10/04)


Imagen: Gerd Altmann
 
 
 
 


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domingo, 27 de febrero de 2022

Huele a copa a punto de quebrase. La única manera de vencer en una guerra es evitándola




La única manera de vencer
en una guerra es evitándola.
George C. Marshall


Me observo, aún soldado, con el arma en las manos. Es un gesto confuso el que expongo. El semblante que muestro parece aceptación resignada. ¡Ay, si me viera el gran Musashi, qué vergüenza encubrir mis hormonas con estrés!

En cambio el gesto corporal, el asir de manos, es de “si hay que luchar se lucha”. Pero para luchar hay que tener motivos, o al menos un motivo tan valioso como la vida propia o la de los tuyos.

Se trata de una imagen trasnochada en el tiempo; esta foto, encontrada revolviendo cajones, se me antoja una noche sin estrellas ni música; no digo triste, digo que no levanta el ánimo, faltan luciérnagas saliendo del corazón y sobran juramentos que te impiden volar sobre “la deseable dignidad de haber muerto” -que diría Borges- por una patria que te impone a ese dios recreado en las armas.

No es que huela a guerra, la guerra es siempre con nosotros mismos, huele a duda, huele a rama quebrada, huele a un caminar por un desierto desahuciado; huele a vidrio, a copa a punto de quebrase, huele a gente con la patria tatuada, huele a patria con gente abandonada.


#нетвойне #Noalaguerra
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jueves, 24 de febrero de 2022

#нетвойне #Noalaguerra La destrucción como hazaña



#нетвойне #No a la guerra

La destrucción como hazaña; todo el mérito es suyo, Putin, alardea que las fuerzas armadas rusas, en el día de hoy, han alcanzado con "éxito" las metas codiciadas; que han derribado aviones, helicópteros y destruido más de ochenta infraestructuras terrestres. Y lo dice sin pudor, sin resquemor ni vergüenza alguna. En cambio el pueblo ruso ha inundado las calles y las redes sociales con un rotundo hashtag #нетвойне #No a la guerra.


Tristes guerras
si no es amor la empresa.
Tristes, tristes.

Tristes armas
si no son las palabras.
Tristes, tristes.

Tristes hombres
si no mueren de amores.

Tristes, tristes.

 

Miguel Hernández Cancionero y romancero de ausencias.

 



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sábado, 12 de febrero de 2022

INSTRUCCIONES PARA REIR EN ÉPOCA DE CRISIS



Tras 10  o 12 años vuelvo a colocar este poema, porque parece que las cosas en Europa, tal vez por nuestras debilidades como europeos, llevan mal camino, se están manejando en provecho de otros, debilidades y defectos institucionales que no logran poner a las personas, a las PERSONAS, en el centro de todas las políticas, en cambio sí se ponen a las personas como carne de cañón para la guerra y ahí seguimos, sin aprender; os invito a reír, eso es honor y no la guerra.

Hoy solo soy un gruñido con un pecho esmaltado. Un loco confundido que se arranca los botones fingiendo que no es nadie y que a nadie pertenecen los sueños no alcanzados. Pero la risa, como el llanto, es contagiosa, y mientras miro los geranios en los balcones, caigo en la cuenta de reírme de todo y hacerme reverencias a cada paso balanceando mi torso hacia adelante e inclinando la cabeza hacia mi ombligo. De esta guisa, mis manos se recrean en evasivas, poniendo excusas a los pies para caminar despacio, slow people, me digo, slow people reafirmo, convencido de que el que ríe el último no ríe mejor, ríe menos o quizá ya no ría nunca más a causada un atracón de rigurosa intransigencia.

Reír se me antoja una máscara veneciana para ocultar la tristeza y ser a ratos un polichinela filosófico y burlesco, soñador a veces y acaso aventurero lleno de dilemas. Así entre latidos y espasmos me provoco la risa, una risa de gato malcriado que se relame el hocico ante una araña atrapada en su propio tejido, pero busco la risa activamente para apuntalar los complejos y avivar esa chispa inflamable que es la vida.

No hay función más sana que reír, reír y ser, que sin ser no es posible la risa, ni es posible madrugar ni sacar la lengua ni apretar las manos ni abrazar con fuerza. Me río sentado y me río en horizontal, y me río de pie para frenar mi indiferencia, me río de cualquier guisa mientras escribo estas letras con todas las instrucciones necesarias para reír, reír con pausa, reír con vehemencia, reír con afán, reír solo, reír en compañía, reír entre tambores o con trinos de jilguero, pero reír riendo, reír porque sí, pero sobre todo reír por filosofía para inocular el virus de la risa al mundo como antídoto a la crisis y a la mala uva.

No sé si al ponerme en cuclillas me provoco la risa o las agujetas, pero las horas se funden y un instante ya es pasado o quimera imperfecta y ya está bien de pedir excusas, de sentir miedo y de pedir perdón por las tachas de otros; si bastara un soplo de cordura, si suficiente fuera alcanzar la rebeldía con un simple beso en la espalda del desconcierto, para encontrar la libertad de reír a manos llenas y calzón quitao, que es al fin lo que todos ansiamos.

Hoy que España es una burbuja a punto de reventar, no podemos seguir perdiendo el tren de la risa, reír es dual, difícil pero sencillo, tener en cuenta que para reír a gusto tan solo hay que abrir la boca y coger aire, luego soltar la carcajada y reír a muerte todo el rato.

Hoy es un buen día para colocar incienso en los balcones, hay que dar estabilidad al color y escribir mensajes nuevos en las hojas del trébol para decirle al mundo que la risa es universal, que la sonrisa es nuestra y la risa es de todos.





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martes, 11 de enero de 2022

Entiendo que la lluvia siga cayendo indiferente sobre mi cabeza. (Poema para unos días después de mi cumpleaños).


Nací en un mes de enero parecido a este donde el frio bajaba hasta el color de la esperanza, naci puro, supongo, como una almendra fresca que florece en la hierba. Después fui parte del paisaje azul donde el cielo y el mar reafirman sus colores mezclándolos con blancos y suaves calamochas. En aquel tiempo mi espalda soportaba los lunares y mis manos se asían a las tapias para trepar por ellas en busca de cualquier altura.
Pronto mi corazón empezó a sentir hambre, fui hurgando por los filos de la nada mientras el tiempo era un torrente que buscaba mis cejas, y mis ojos brillaban mirando al infinito. Pero no supe ver entonces los cimientos del vértigo. Me crecieron cabellos y apetitos en aquella ciudad de huesos retorcidos donde yo hurgaba el corazón del hombre buscando espejos donde afianzar mi destino, pero yacían los pájaros que inclinaban su aliento confiados en el devenir de los días. Me advirtieron, de buena fe, que no me dejara crecer las alas, que los pies deben caminar en línea recta y que el ADN de mi sangre debería apoyarse en acatamiento y mansedumbre.
Transitados los años, muchos años, creí entender que podría aliviarme añorando el pasado, pero hoy se que el hombre es carne y olvido. Que con alas de cera no se puede cruzar el fuego y que son los espejos los que deben mirar hacia adentro; por eso me consuelo al pensar que en los últimos años por todo oficio busco sentarme frente al fuego, encender unas velas y beberme la savia y la memoria y otra vez renacerme al mundo. El fuego es un oficio honesto, una forma directa de hacerme preguntas sencillas de difícil respuesta: –estoy orgulloso de mi? –qué he aprendido en estos años? –a quien tendría que pedir perdón? –a quién tendría que perdonar yo?
Pero sigo teniendo sed. Y tengo miedo de que el cielo siga enfermo bajando sobre mí y se asfixien las fuentes de luz que pueblan mi cabeza. Ya no se oyen los ecos silbando en la montaña. Ya no se ven los claros de luna allende el horizonte. Ya no descifro más enigmas. Pues algo así como un vendedor de hojas es lo que soy. Tan solo un vendedor con la mirada puesta en las hogueras esperando un incendio antes de urdir la senda que me hará caminar desnudo entre las aguas.
Hoy que la música podría ser cantada en todos los idiomas, caigo en la cuenta de que no soy nada, de que nunca fui nada y de que mucho menos podré llegar a ser nada. En el fondo yo soy la NADA.
Entiendo que la lluvia siga cayendo indiferente sobre mi cabeza.
 
Imagen y texto del autor. 11 enero 2014. Marruecos.
 




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