¿Quién hace el
poema, el poeta o el lector? ¿Hace el poeta al poema o, como decía Paul
Valéry, es el poema el que hace al
poeta? Quién sabe, en cualquier caso, la suerte que, cada uno por su lado,
corren poema, poeta y lector.
Percibir el
mundo, el complejo entramado de relaciones entre las personas, los
acontecimientos, los actos… ¿puede responder a una habilidad intrínseca para
descubrir el sentido de las palabras? ¿De qué forma se interpreta un poema?
¿Qué temas son
los temas que deberíamos considerar como propios de la poesía? Los temas
recurrentes son los mismos en todas las épocas, el amor, la religión, la
muerte, la sociedad, las personas, el mundo en que vivimos, la subjetividad de cada uno… la desazón, el hastío de la existencia,
el sentido que pretendemos dar a la propia vida, la angustia por la muerte a la que estamos
condenados, la implicación del hombre con los asuntos sociales de su tiempo. Y
erotismo, también hay erotismo e idealización del enamoramiento en la poesía.
La poesía es,
sobre todo, una inquietud capaz de arrastrarte a territorios suicidas y además,
la poesía, araña con las uñas el fondo de cualquier metal, escarba en la
memoria para que nada muera, y te ofrece las llaves para que todo sea un
preciado caudal que nos desborde y nos inunde de palabras, sonidos, sensaciones…
sin más límite que el poder creacionista de cada autor. La poesía es una exigencia
continua, una revolución constante donde la creación es un conjunto
independiente y único que no necesita más explicación que la emoción que pueda
llegar a generar.
La creación
poética no tiene por qué imitar la realidad ni describir ni explicar nada, se
explica por sí sola, o no se explica. En poesía, el poema es el puntal de la
obra del poeta. Pero más allá de la poesía, la meta-poesía implica la palabra y
el silencio, implica al lector o espectador y exige del narrador elementos como
la expresión corporal, miradas, sonidos, muecas... en un espacio escénico
predispuesto para tal fin, para que pueda provocar en el público sensaciones
que lo hagan ser partícipes y no meros espectadores de la obra en cuestión.
La poesía es
compromiso, y si algo puede salvar al ser humano de las garras de su propio
mundo interior, es la poesía.
Alonso de Molina
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