Mostrando entradas con la etiqueta Yuleisy Cruz Lezcano. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Yuleisy Cruz Lezcano. Mostrar todas las entradas

martes, 30 de septiembre de 2025

Poemas de Yuleisy Cruz Lezcano


Isla sumergida

La ruta se ha perdido,

y el eco del timón canta 

lenguas muertas.
La quilla encalla
un juramento roto
en rocas salientes,
heridas de sal 

que sangran memorias.


Aquí, entre las olas,
reflejos de espejos y epitafios,
el tiempo marca el umbral sombrío
de la mítica isla bella

que un día fue corona.


Oh tú, viajera de los hechizos,
caminante de los bordes del sueño,
te veo deshaciendo
altos bordes helados,
que abren páginas
de un libro olvidado 
por el invierno.

Surcas lenta y leve, 
en equilibrio sobre una barca,
te balanceas sobre olas de oro
pegadas a los ojos,
al sol como dos pájaros de nácar
abrazas sueños  
en la caída del día.

Gráciles redes rubias
aprisionan la hora,
esa hora del temblor y del presagio.

Nacen escalofríos,
y crecen voces tristes,
y en la ribera desgarrada
silbando el llanto de las cañas rotas,
miran fieras claras y tiembla
un eco desde el follaje, 
acaricia el espeso silencio.

Se ve el ocaso derramarse
como sangre celeste
en la garganta del río.

Y tú…
tú eras y eres un ser marino,
dejas en mis labios el eco
de un viejo naufragio,
el sabor salobre
de un amor arcaico.

Pasaste y continuas a pasar 
por mi pecho
como las luces de un barco
que navega de noche.

Tú, que seguiste
la ruta secreta de la estrella polar,
tú, que dejaste una estrella
en el hueco del sueño,
allí donde tu cabeza
reposaba como fruta callada,
ahora dentro de mí
caminas por los bosques,
descalza y sonámbula.

Cuando despiertes
hallarás en tu hombro
una pluma, es mía.

Te he seguido
paso a paso,
como un ave nocturna,
como un conjuro hecho sombra.

Volveré a ser la malabarista,
la que juega con silencios,
donde fluyen tus aguas.

Pero no quiero…
no quiero que el arco de tus pestañas
arme la última flecha.

¿Dónde llevaré
este viejo corazón mío,
sino a encallar,
una vez más,
en la isla que ya no existe?

No pudiste decirle adiós

No pudiste decirle adiós,
la marea te arrancó de su abrazo
antes de que tu voz
rompiera el aire con su nombre.

Zarpaste sin mirar atrás,
con el alma hecha equipaje,
y en los bolsillos,
el naufragio del exilio.

El viento, traidor y seco,
no te trajo gurapo,
solo aguas amargas,
que arden como cartas no escritas.

La ruta se ha perdido,
la quilla encalla
en días sin patria,
en costas que no pronuncian 
tu lengua.

Te crecieron en la sien
las canas dulces de la nostalgia,
esas que no pesan,
pero duelen con ternura.

Y ahí, entre las olas,
aún se marca el lugar
donde la isla se hundió…
y con ella, tu último hogar.

En pedazos

Vives en pedazos,
como un espejo roto que aún refleja el cielo.

No hay mapa para los días sin orilla,
ni brújula para el alma que ha naufragado.

La quilla atraviesa huracanes,
pero tu pecho es más frágil que el viento.

Cada noche es un puerto que no reconoces,
cada sueño, una grieta 
donde canta el silencio.

Aún así, cantas.

Como en La nave va,
cuando el barco se hunde
y las voces se elevan sobre el abismo.
La fiesta de los peces olvidados
es el faro:
se enciende, y con ella tú
más viva, más heroica que nunca.

Un dulce pensamiento de paso 
flota, como ceniza de ternura 
sobre el mar, se abre una silueta,
mujer de poetas,
guarda en su aliento
el eco de los cerezos 
que los poetas soñaron.

Bajo la roca de los poetas,
la vida aún respira
como lo hacen los cuentos,
los pétalos, los niños y el amor.

El naufragio de Eneas

¡Timonel, ten cuidado! La marea
oscura nos asalta sin clemencia.

¡La ruta, la ruta…! Perdida esencia
de un rumbo que en la noche se voltea.

¿Timonel, qué haces? ¡Oh Padre Enea!,
la pérfida diosa, con violencia,
mandó a Morfeo, y su fatal presencia
llevó a Palinuro donde no hay idea.

Con artes siniestras lo durmió el sueño,
y el mar lo devoró con cruel lamento.

Ahora, a la deriva, sin diseño,
nos mecen las olas, sin fundamento,
presos del torbellino más pequeño,
sin faro, sin fe, sin presentimiento.

Canto menor al ornitorrinco

Demasiado fácil rimar la espuma,
los delfines felices, las gaviotas
que danzan con el viento,
como si el mundo fuera un poema simple.

Yo prefiero cantar al olvidado,
al torpe héroe de barro y agua dulce,
el que pone huevos sin pedir permiso,
mamífero sin ley ni linaje.

Ornitorrinco: tu nombre es un acertijo,
una burla de la lengua a la razón.

Llevas veneno dormido en las orillas,
un secreto antiguo bajo escamas,
y aun así eres paz:
cazador de sombras blandas,
te nutres del temblor que deja el barro,
sueñas en estanques sin memoria,
bajo luciérnagas cansadas,
donde el cielo se disuelve 
en las raíces del agua.

Navegas bajo la noche del sur,
deslizas tu forma entre reflejos rotos.

Eres eco sin voz,
presencia que apenas roza la materia
que te mantiene,
en una vibración de la palabra.



***


Yuleisy Cruz Lezcano. Nació en la isla de Cuba el 13 marzo de 1973, vive en Marzabotto (Bolonia; Italia). Trabaja en la salud pública. fue candidata al Premio Strega en Italia, con su último libro “Di un’altra voce sarà la paura”, que presentará en el Salone Internazionale del libro di Torino.




Gracias por venir.
De Sur a Sur Revista de Poesía y Artes Literarias agradece tu visita.
Te invitamos a dejar un comentario y a compartir con tus redes sociales. Gracias

Entradas populares