¡Obrajes, Calacoto,
Cota Cota! / ¡Miraflores, Irpavi, Archumani!
Son Aymara. Poemario
de Alfonso Berlanga
Pues sí, ya sé que
las 16:10 no son horas de desayunar, pero la culpa de mi insomnio la tiene
Alfonso Berlanga. Anoche no pude conciliar el sueño hasta pasadas las 04:00,
tenía en mis manos su libro SON AYMARA que desde el miércoles, en la
presentación del mismo, ya me estaba haciendo guiños. Así que me he levantado
sonámbulo, tal vez por eso lo primero que he hecho esta mañana -este mediodía
para ser exacto- ha sido aviar a los
gatos, concretamente gatas, les he lavado el cuenco de cristal del agua y el
otro cuenco de acero para el alimento dietético para gatos de la marca que recomienda el veterinario, un
jamón pata negra saldría más barato, pero son mis gatas, me acompañan cuando
escribo o leo y son las últimas en retirarse cuando me afano tocando la
guitarra.
Había pasado la
ventolera tarde de ayer con picor de ojos, el levante insiste con la
persistencia de un inmigrante en la valla fronteriza de Beni Hassan, Melilla.
Preparo té verde, prendo un sándalo, la calma va entrándome poco a poco, me
estiro tomando asiento en el chaise longue, impaciente, como mis dos gatas que
miran al techo con los ojos muy abiertos,
el libro de Berlanga, en sus páginas finales, persiste insinuándoseme con
insolencia cartesiana, estiro un brazo para prender el portátil, con picor de
ojos y todavía soñoliento a estas horas en que la primavera se acerca al galope
y el viento de levante sopla tenaz a velocidades que harían saltar los radares
de tráfico.
Son Aymara
El epicentro del
poemario es precisamente el poema Tiahuanaku donde al final de cada estrofa,
como una ardua letanía, repite “son aymará, son aymará”, título del libro.
Tiahuanaku descansa
dormido en la distancia, / sus huidizos lebreles deambulan desolados, / los lares insepultos corean sus enigmas / los
hijos y mujeres recuentan las estrellas. / Una paz indolente se mueve en los
caminos, / el pasado rezuma de astros relucientes, / de destinos perdidos y fuegos
recobrados / que en la noche destila la sangre derramada / y la sombra de un
tiempo callado para siempre. / Son aymará, son aymará.
Tiahuanaku es una antigua ciudad arqueológica
ubicada en La Paz, Bolivia, muy cerca del lago Titicaca al que también Alfonso
Berlanga dedica un poema:
Azul profundo te
muestras a mis ojos / mágico mar herrado en tus alturas… Eres grandioso,
omnipresente, vivo,… el tiempo que me das, tu tiempo herido.
A través del libro
de poemas Son aymara, de Alfonso Berlanga, he paseado las calles de Bolivia,
hablado con sus gentes, me he sentado a la mesa con las familias, he compartido
los recelos, preocupaciones, miedos e inquietudes del pueblo bolivariano, sus
fiestas y folclore, sus gestas del día a día, he viajado en bus:
¡Obrajes, Calacoto,
Cota Cota! / ¡Miraflores, Irpavi, Archumani! / voceros en minibús, medio cuerpo
en cabestrillo, / pregonan su mercancía a los viandantes, / infernal ruido,
gasolinazo en el aire / festejo multiforme de carreras encendidas / y gentes
que se apiñan en butacas de trapo.
Este poema, me
recordó algunos periplos en Quito, Ecuador, donde en cada parada de transporte
público, popularmente “el trole” suben y
bajan vocingleros y mercachifles a ofrecerte un desmedido arsenal de productos
insólitos.
La estructura del
poemario son versos dilatados, de métrica generosa con base heptasilábica y sus
cercanos endecasílabos y alejandrinos, formato en que discurre una gran parte
del poemario. En el segundo capítulo del libro, dedicado a la familia, Berlanga
exhibe su maestría con los versos alejandrinos a través del único soneto de
todo el poemario. “El primogénito”: Rutilante y altivo, aymará pretensioso, /
astuto, caprichoso, enigmático, simple, / profundo en su mirada, en sus ojos de
almizcle, / autoritario siempre, callado y perezoso.
-
En definitiva un
libro para conocer e incluso comprender la idiosincrasia de todo un pueblo a
través de la mirada poética de un
experimentado poeta poeta que nos muestra con maestría los lugares, las
tradiciones y costumbres peculiares enraizadas en el canto, la música, la danza; el día a día, el arraigo
familiar, la gastronomía, la forma de
vestir, el modo de hablar y comportarse
del pueblo de Bolivia.
Mientras escribo
estas letras, escucho de fondo a Sabina,
él dice que lo niega todo, y lo afirma con talento y solera, yo mismo, como
Sabina, también lo niego todo porque aún no estoy convencido de nada!
Vuestro en la poesía
Alonso de Molina
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