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sábado, 25 de marzo de 2017

By the River of Babylon. Por Ismael Lorenzo


 
By the Rivers of Babylon... Una maravillosa canción que escuchaba a menudo en la radio, allá por 1978, en aquella ciudad olvidada de la mano de Dios y que siempre me traía esperanza de que algún día saldría de allí.




Años después, ya estando en New York, caminaba un día por Broadway, más allá de Times Square, hacia el bajo Manhattan, entre cines pornos y tiendas de ropa barata, vi una tienda discográfica y decidí entrar. Mientras repasaba mi vista por una infinidad de inmensos long plays, descubrí el disco de los Boney M, By the rivers of Babylon, fue la primera vez que veía a los integrantes del grupo jamaiquino, sólo los había podido escuchar, pues sus videos no estaban permitidos en la isla, por no sé qué razón, quizás por ese bote de velas que se muestra en el video, alejándose veloz de una playa rumbo norte ... Compré el disco bastante feliz y salí hacia una estación de subway cercana, eran menos de las siete de la tarde, pero el sol ya había desaparecido y el frío se sentía.
Al pasar junto a un estanquillo de revistas y p

eriódicos de todo el mundo, oí que alguien me llamaba con voz cantarina, cuando miré, era Reinaldo Arenas. Nos pusimos a hablar y le dije que en un par de semanas me iba para California, donde había conseguido un trabajo de profesor, y me invitó entonces a cenar en un pequeño restaurante chino no muy distante. Cuando entramos, estaban allí cenando Alberto Guigou y Peter Bloch, siempre amables nos invitaron a sentarnos con ellos. Reinaldo nos dijo que venía del New York Times, donde le había dejado una carta de protesta al director por un artículo alabatorio de Castro. El New York Times siempre había tenido una gran admiración por el dictador y había sido uno de sus mejores propagandistas, aun desde los tiempos en las montañas de la Sierra Maestra. Servando González, un historiador bastante original y humorista, en uno de sus libros pone el “motto” de los clasificados del periódico, en boca del dictador: “I got my job through the New York Times”.
 


Mientras comíamos una hirviente sopa china, Peter Bloch, cuyo padre había muerto en uno de los campos de concentración nazi, su madre estuvo en uno de ellos hasta el final de la II Guerra Mundial y él mismo había tenido que huir a Francia, luego a Suiza, perseguido de cerca por los nazis y era visceralmente antitotalitario, nos explicó que los liberales estadounidenses se negaban a aceptar que las dictaduras de izquierda fueran tan terribles como las de Hitler y Mussolini. Admiraron a Stalin y ahora admiraban a Castro. Alberto Guigou, el atildado Gu, agregó sentencioso que el ciego que se niega a ver, nunca verá. Así seguimos hablando, terminamos de cenar, cada uno pagó su parte y al salir ya había caído la noche y el frío se había hecho molesto. Nos despedimos y cada cual cogió su rumbo, yo con mi preciado disco de los Boney M apretado contra mi abrigo, no lo sabía, pero era la última vez que vería a Reinaldo Arenas. Tres años después, viviendo en California, recibiría la noticia de la muerte de Reinaldo.
 
De esto hace algo más de veinte años, Alberto Guigou y Peter Bloch, buenos amigos y dedicados intelectuales, ya sólo viven en mi recuerdo y aquel disco de los Boney M lo perdí en una de mis muchas mudadas, pero hoy a cada rato los oigo por medio de la magia inextinguible de YouTube. En este largo tiempo transcurrido, algunas cosas han cambiado y otras no. Hace poco, leyendo una revista con un pomposo título de política exterior, veo que había lanzado una encuesta para elegir a los 50 intelectuales más influyentes de iberoamérica, entre ellos situaban a Castro.
 
Para quienes dirigen esa revista, perseguir, reprimir y encarcelar a intelectuales, convierte al que lo hace en intelectual, los victimarios junto con las víctimas, provistos de una licencia 00 de impunidad. En medio siglo, los hilos de la historia se pierden o más bien los esconden. Hay una nueva generación que no ha oído hablar quizás de la siniestra fortaleza La Cabaña, ni de los miles de fusilados allí y de cárceles repletas por el sólo delito de hablar o escribir. Es comprensible que en nuestra fácil vida moderna se prefieran otros temas, pero cuando se publica algo así, sólo con una profunda carencia de profesionalidad, ignorancia histórica y exceso de cannabis en las noches, se puede calificar a un deteriorado y escondido dictador, como un intelectual influyente. Desde Reinaldo Arenas hasta Guillermo Cabrera Infante, muchos deben de haber temblado de ira en sus tumbas.
 
Ya en los comienzos de nuestra prodigiosa literatura occidental, en la aún actual Odisea, Homero, con esa sutil sabiduría que ha hecho llegar su obra hasta nuestros días, nos advertía contra los serios peligros de los cantos de sirena. Quienes los escuchan, pueden que no regresen nunca a la realidad y carentes de visión, perezcan ahogados.
 


By the rivers of Babylon, there we sat down...
When the wicked
Carried us away in captivity
Required from us a song

Now how shall we sing the lord's song in a strange land...

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Ismael Lorenzo, es autor de siete novelas, entre ellas “La Hostería del Tesoro”, “Matías Pérez entre los locos” y “Matías Pérez regresa a casa”, "Matías Pérez en los días de invierno', y  de 'Soy Feliptio', también del libro testimonial 'El silencio de los 12', 'Detrás de la pantalla, los peligros de acosos online', y del libro de ensayos,'De viaje por la literatura y el cine'
 

jueves, 23 de marzo de 2017

Opinión. De poetas y letras. Cristina Sáinz Sotomayor



Uno llega a ser grande por lo que lee, no por lo que escribe.
 Jorge Luis Borges
 
       
Vivimos en un mundo al que necesitamos comprender  y en el que necesitamos ser comprendidos. No somos seres en una despiadada lucha por sobrevivir, somos seres con la necesidad de entender lo que somos, por eso nace el arte. Por eso nace  la poesía, filosofía donde yace el deseo de ser y permanecer. La poesía es la amiga afiliada  que nos libera de todo lo que sentimos, y nos da esa libertad y oportunidad de leerla o contarla, y de sufrirla  y/o gozarla.
 

 
          La parte más importante de la formación de un escritor o de un poeta son las lecturas que hace leyendo a otros poetas.  Primero debe convertirse en un buen lector. Si llegó usted a la poesía a través del romanticismo y  del modernismo (como yo) con Gustavo Adolfo Bécquer, Rubén Darío, Manuel Gutiérrez Nájera, Machado y su hermosísimo “Caminante no hay camino”,  El romántico maldito Allan Poe y su poema “El cuervo”, el inolvidable y querido Lorca, Enrique González Martínez con su poema “Tuércele el cuello al cisne” que marcó la ruptura con el modernismo, por qué no leer también a José Juan Tablada, Alfonsina Storni poeta del Posmodernismo.


          Quién no leyó un poema de Octavo Paz y a Benedetti y su “Táctica y estrategia” o su “Viceversa”, a Neruda y sus  “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”.  Por qué no leer otras etapas o períodos literarios, a los poetas franceses dadaístas y surrealistas (de principios del siglo XX), La  poesía de Vicente Huidobro, iniciador del creacionismo. Baudelaire, Rimbaud, Bretón, los llamados poetas malditos.


          Poesía del siglo XXI , Nicanor Parra, creador de la anti poesía, con la que tomó otros rumbos la poesía.  Juan Gelman  uno de los mejores de su generación, a los Beatniks  (de los años cincuenta y sesenta),  a Pessoa, a Borges, el magistral maestro del lenguaje (que merece y necesita una doble lectura) y muchos otros escritores de los que podemos ir compartiendo.


         También debemos conocer las demás manifestaciones estéticas, la  pintura, el cine, la música, para irnos formando un criterio sobre la realidad y sobre lo que se está escribiendo actualmente y  lo que están escribiendo nuestros colegas y así entender que la literatura como la vida tiene etapas.

 
          Al leer los poemas observemos el modo en que los poetas usan las palabras y los recursos que utiliza. Luego, pongamos en práctica la escritura (es una dinámica) Leer, observar, luego escribir tratando de imitar a un poeta o autor  para después adaptarlo  a nuestra  propia manera de escribir. Ese es el oficio  el intento del que quiere ser Poeta o escritor.  Y es necesario leer y leer para saber si no se está diciendo lo que otros ya escribieron. 


          Sin embargo eso no es suficiente, hay que, continuamente estar escribiendo y tallereando  lo que escribimos. Veamos algunas sencillas dinámicas. Nada nuevo o nada que no nos imaginemos, pero en lo que a veces no reparamos.


          Mi nombre es Cristina Sáinz Sotomayor y mi seudónimo Crissa. Los espero la próxima para compartirles algunas otras cosas de Poetas y letras. Arrivederci.
 

Cristina Sáinz Sotomayor
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