"Escribo para mi propia vanidad"
por Libertad González
Porque, claro, uno puede decir que escribe para entenderse, para dejar registro, para compartir ideas. Pero en cuanto decides publicar, darle “enviar” o mandar el manuscrito a una revista, ya no se trata solo de ti. Entra en juego esa otra vanidad: la de ser leído. Y con ella, un paquete completo de dudas y nervios. ¿Gustará? ¿Le llegará a alguien lo que quise decir? ¿Será comprendido o, peor aún, ignorado?
Escribir por vanidad no es motivo para sentirse culpable; es, simplemente humano. Es la certeza de que el lenguaje nos sobrevive, de que, aunque el elogio no llegue, el intento de comunicación ya es un triunfo.
Esa vanidad también nos mueve a cuidar las palabras, a intentar ser claros, a escribir mejor. En el fondo, es una manera de decir: “estoy aquí, esto es lo que pienso, ojalá te sirva”. Quizá el verdadero logro esté en aceptar que la vanidad no es el fin, sino la chispa que nos anima a seguir escribiendo.
De ahí que la verdadera vanidad no esté tanto en el deseo de destacar, sino en el anhelo de que lo escrito no se pierda en el vacío. De que tenga sentido para alguien más. Esa ansiedad entre el placer íntimo de escribir y la incertidumbre de ser leído, es parte esencial del acto creativo.
Borges lo sabía: en la vanidad de escribir hay una forma de inmortalidad.
Con esa vanidad honesta y compartida, te damos la bienvenida a este nuevo número de la revista De Sur a Sur. Estas páginas nacen del deseo de decir algo y, sobre todo, de ser leídas. Ojalá encuentres aquí textos que capten tu atención, Si es así, entonces la vanidad habrá cumplido su propósito.

Libertad González
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