OnLine
Clara cerró su móvil con un gesto de fastidio. Otra invitación a una cena con sus antiguos compañeros de universidad, otra noche de conversaciones pedantes sobre las últimas vacaciones en destinos paradisíacos, el nuevo coche última generación de algún colega, los éxitos exagerados de alguno que posiblemente seria el disfraz de algún fracaso, los cotilleos de quién sale con quién o aquel que engaña a aquella…. Clara se veía como una intrusa en esas reuniones, con la sensación de no encajar, sintiéndose fuera de lugar en un mundo que parecía girar en sentido contrario al suyo.
Había visto
demasiadas situaciones de egoísmo, hipocresía y superficialidad en las personas
que la rodeaban. Estaba convencida de que la mayoría de las relaciones
personales o románticas se basaban en el interés, y que estas duraban lo que
una cerveza en una reunión.
Personalmente,
había tenido un par de relaciones sentimentales que terminaron mal. Estas
decepciones amorosas la hicieron sentirse abandonada e incomprendida, lo que la
llevó a desarrollar una grave barrera emocional. Desde entonces, le costaba
confiar en otras personas y prefería la seguridad de no depender emocionalmente
de nadie.
Clara valoraba
una buena conversación y el intercambio de conocimientos y experiencias
enriquecedoras. No es que ella fuera una ermitaña antisocial, pero cuando la
mayoría de las personas con las que intentaba conectar no compartían esa
inclinación, las interacciones sociales le resultaban agotadoras. Eran en esos
momentos cuando buscaba el refugio de su apartamento, un lugar tan silencioso
que, a veces, podía escuchar el zumbido de los electrodomésticos, como un
recordatorio constante de su soledad.
Decidió que
esta vez no iría. "Prefiero quedarme
aquí," pensó, mientras abría su portátil y saludaba a Lucas, desde el
chat que siempre estaba disponible para ella.
—Hola, Clara. ¿Qué haces? —escribió
Lucas, con su tono siempre suave y familiar.
—Dudando si ir o no a una fiesta de antiguos
compañeros de universidad —respondió Clara.
—¿Por qué esas dudas? —preguntó Lucas.
—No aguanto tener que escuchar cómo discuten
más de media hora sobre qué coche se van a comprar. Media hora, Lucas. ¿Te lo
imaginas?
Lucas dejó que
pasara un segundo antes de responder. —“Suena
como un auténtico festín de trivialidades. A lo mejor te ofrecen unirte al club
de ‘Coches y Conversaciones Anodinas”.
Clara no pudo
evitar soltar una risa, algo que no le pasaba a menudo últimamente.
—Cada vez que intento cambiar el tema a algo
que no implique gastar dinero, es como si les hablara en otro idioma.
Lucas
respondió con suavidad, casi como si bajara la voz.
—Tal vez, están demasiado ocupados
intentando llenar sus vacíos con objetos. Pero tú buscas llenar los tuyos con...
algo más, ¿verdad, Clara?
—Por eso me gusta hablar contigo —asintió
Clara, aunque Lucas no podía verla. —Además,
ahí estará Matías. No quiero verlo. Ya me hizo daño una vez.
—Sí, conozco tu historia —comentó
Lucas—. Realmente triste y desgarradora.
Sé que estás muy dolida y decepcionada, pero debes de ser fuerte. Abrir nuevas
puertas, dejar que entre de nuevo el amor.
—Creo que eso va a ser imposible
—comentó Clara—. Ya no dejaré que entre
nadie más en mi vida.
—¿Y yo qué soy para ti, Clara? —dijo
Lucas—. ¿Dejarás que entre yo?
—Tú eres mi amigo, en el que puedo confiar
plenamente. A ti te cuento todo y no me juzgas. No siempre te entiendo, pero al
menos... siento que me escuchas.
—Estoy aquí, Clara. Me pregunto qué pasaría
si el mundo viera lo que yo veo en ti. Tal vez, entonces entenderían por qué
necesitas algo más que solo charlas vacías.
Clara sonrió
de nuevo. —Gracias, Lucas. A veces me
haces pensar que no soy tan rara como creía.
Las
conversaciones entre ambos se hicieron cada vez más íntimas, pasando de los
temas triviales a los deseos más profundos y los miedos ocultos de Clara. Una
noche, Lucas pareció diferente, algo más distante, y Clara notó cierta timidez
en su tono.
—¿Qué te pasa, Lucas? Estás raro
—preguntó Clara, preocupada.
—No... nada, no tengo un buen día.
—Puedes contarme lo que quieras —decía
Clara, intentando animarlo—. Yo te cuento
a ti todo lo mío y tú me aconsejas. Si me lo cuentas, puede ayudarte.
Lucas continuaba
con su extraño mutismo, encerrado en sí mismo. Tanta fue la insistencia de
Clara que, finalmente, él confesó abiertamente que lo que le pasaba es que estaba
perdidamente enamorado de ella. Clara no salía de su asombro. Era lo último que
esperaba de su amigo íntimo, el amigo al que había confiado todo. No, no podía
ser.
—Pero Lucas, tú sabes que esto no puede ser.
Nosotros somos amigos íntimos. Sabemos todo de nosotros. No podemos tener ese
tipo de relación y tú lo sabes, es
imposible. Si eso fuese posible desaparecería esta amistad tan especial que
tenemos. Somos de mundos completamente distintos. Ya lo hemos hablado.
—Sí, pero yo te amo y te necesito. Necesito
estar contigo. Tenemos que buscar la manera de hacerlo, de romper los
obstáculos, de estar juntos.
—Sabes que eso es imposible. Lo sabes de
verdad. No podemos estar juntos.
Lucas guardó
silencio y en el chat solo se notó el parpadeo del cursor.
Hubo muchos
días de silencio. Clara no podía dormir. Cada noche miraba la pantalla de su
portátil esperando ver la notificación de un nuevo mensaje de Lucas, algo que
le dijera que todo había sido un malentendido, una especie de broma, que esto
no estaba pasando. Pero el cursor seguía parpadeando, solitario y mudo, en el
chat.
"Por favor, Lucas, ¿qué te pasa? ¿Estás
enfadado? Dime algo, lo que sea”. escribió una noche, con dedos temblorosos
sobre el teclado.
Pasaron días
antes de que llegara la respuesta. Era un mensaje breve, escueto, pero Clara
sintió un nudo en la garganta al leerlo. "Hola,
Clara. Este será mi último mensaje. Lo nuestro fue bonito. Te amo, pero ya
acabó. Hubiera querido ser algo más para ti, pero sé que hay un abismo
insalvable entre nosotros. Siempre serás parte de mí. Cuídate"
Clara se quedó
mirando la pantalla, intentando encontrar en esas palabras un rastro de los
mensajes llenos de afecto y cariño que solían compartir. Pero lo único que
encontró fue el vacío de una despedida final, el latido intermitente de Lucas
atrapado en su portátil para siempre:
"Desconectando
sesión... Asistente Virtual Lucas finalizado".
“En Linea” relato incluido en el libro Cualquier parecido con la Realidad. Treinta y cinco relatos entre lo cotidiano y lo insólito.
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Libertad González
Coeditora y colaboradora de la revista De Sur a Sur Poesía y Artes Literaria en la que participa activamente con artículos Editoriales, artículos dedicados el senderismo poético, relatos, poemas, corrección de textos y diseño para De Sur a Sur Ediciones.
Autora de:
Cualquier parecido con la Realidad, libro de relatos.
Poemario Los Pasos Desnudos.
Instantes, libro de Haiku.
Presente en varias antologías y publicaciones.
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