Continuamos con nuestro Trekking Poético tal como se detalla en el libro La Posesión del Ágata, recorrido poético por el Parque Natural Cabo de Gata-Níjar.
La Isleta del Moro Arráez, pequeña pedanía de pescadores de apenas 200 habitantes, pertenece al municipio de Níjar y está situada en el Parque Natural Cabo de Gata-Níjar, frecuentemente visitada en la antigüedad por árabes y piratas berberiscos en busca de tesoros.
En el siglo XIX, fue el caudillo berberisco Mohamed Arráez quien le otorgó su nombre al lugar: La Isleta del Moro Arráez. Dejamos aparcado el vehículo en la zona dispuesta como parking situado a la izquierda justo antes de entrar a la población, se trata de la explanada de la Playa del Peñón blanco, habilitada para esta finalidad.
El propósito es realizar un recorrido circular sin pisar el asfalto de la Ctra. AL-4200 por el entorno natural partiendo de la Isleta del Moro, continuar hasta la Cala de los Toros y seguidamente alcanzar el Mirador de las Amatistas y regresar a La Isleta. Apenas un trazado de poco más de 2 km, (cinco entre ida y vuelta) pero lleno de contrastes y matices por la singularidad del entorno subdesértico, pleno de riqueza paisajística y plenitud de flora y fauna como muestra de persistencia vital y obstinada que conforman un idílico oasis con diversa y acogedora vegetación: pinos, palmeras, algarrobos… y en contraste de los breves pero empinados promontorios que parten de la orilla del mar: “abismo y resplandor y azar y viento” que diría Borges, tal que algo impactante y bello como es el mar, poesía en estado natural, me atrevería a señalar.
Dejamos atrás La Isleta y nos dirigimos a la Cala de los Toros. incursionamos siguiendo un trazado natural donde se observan algunos mojones antiguos que en algunos tramos coinciden con señalización no oficial a modo de sendero y en tramos más altos, orientados a la cumbre, simplemente con señalización de hitos de piedra, tal como se suele hacer en montañismo.
Una vez
remontados los idílicos parajes del cauce de la Cala de los Toros, para alcanzar
el Mirador de las Amatistas sin pisar asfalto, es preciso caminar unos 500
metros por estrechas trochas (quizá no aptas para personas con vértigo) en
pendiente, longitudinales y escalonadas que contornean la carretera AL-4200 y que nos conducirán exactamente al puesto de
información y de allí, a unos 100 metros, el Mirador de las Amatistas, idílico
balcón al mar que domina este espacio volcánico y agreste, con espectaculares
vistas a los acantilados, a sus aguas transparentes aturquesadas y el horizonte
como un reclamo entre la natural, lo agreste, lo salvaje y, como no, lo poético;
y emulando a Benedetti: el mar no se avergüenza de sus náufragos / carece
totalmente de conciencia / y sin embargo atrae tienta llama / lame los
territorios del suicida / y cuenta historias de final oscuro. En esta
ocasión, sin pretensión de contrariar al maestro Benedetti, tanto el inicio
como el final de este senderismo poético, fue brillante, pues al regreso, tras
la lectura poética al filo del acantilado: nuestros pies dejaban en sus
huellas el fuego, / las llamas misteriosas de un dios fosforescente. Oh,
Neruda.
Pero así es mi cuna, es la casa que construyó la luna por manos de mi abuelo.
No había pobreza ni silencio, alguna argucia tal vez sí, había que engañar al hambre y al frío, hacer balance con la inopia y la carencia, navegar en la tierra y arrancarle al mar los peces y al cielo su clemencia.
Tomar del alba el fósforo y la mano de niña de mi madre, con sus tintes sardónicos dormitando a la sombra de una constelación de cosmos, fueron, sí, nueve astros durmientes aguardando galaxias venideras en años.
Desde el amanecer al ángelus, el viento va entintando la orilla y los caminos.
La Posesión del Ágata (fragmento)
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